Historia

Situado al pie de Peña La Herrera, lugar que encierra un valioso ecosistema, Bolunburu es un espacio natural e histórico privilegiado, donde el río Cadagua alcanza su expresión más bella. De su rico patrimonio cultural cabe destacar la ermita de Santa Ana, la antigua ferrería y la Casa Torre.

La ferrería de Bolunburu es una de las ferrerías mejor conservadas de Bizkaia. Subsisten gran parte del canal, la antepara y túnel hidráulico, el taller, las carboneras, restos de un molino y un gran edificio situado en las cercanías que pudo ser un almacén. Junto a él se conservan tres grandes pilares que debieron ser parte de un edificio desaparecido. Se documenta su existencia ya en 1450 y sobrevivió hasta finales del s. XIX.

El castro de Bolunburu es un poblado fortificado de la segunda Edad del Hierro, hace unos 25 siglos. Ha permanecido enterrado hasta hace bien poco, lo que ha supuesto que lo encontremos hoy casi intacto. Se trata del asentamiento poblacional primitivo más antiguo de los habitantes de Zalla.

Se sitúa sobre una pequeña elevación de 320 metros de altitud que domina el valle de Salcedo, un valle atravesado por el famoso río Kadagua.

El castro ocupa una superficie total de 4.000 m2, delimitada por un recinto amurallado y un foso exterior que recorren todo el frente sur del cerro, formando un “cerco” que se completa en la cara norte con la defensa natural que proporciona la peña de Bolunburu.

La muralla es obra de mampostería, de tres metros de anchura media y una altura que originalmente pudo superar los cinco metros. Se interrumpe en su extremo sureste para dar cabida a la única puerta con la que contó el poblado. Una entrada muy bien estudiada para la defensa del recinto.
Las viviendas consistían en sencillas cabañas de planta rectangular, levantadas con materiales perecederos. De su estructura apenas quedan los restos correspondientes a los apoyos a nivel del suelo. Además, se han identificado otros recintos que sirvieron de cobertizos, talleres y almacenes.
El conjunto nos permite comprender cómo era el día a día de los habitantes del castro. Hoy sabemos que practicaban una economía bastante diversificada que descansaba en la ganadería, en una agricultura de subsistencia que incluía el cultivo de cereales y leguminosas, en la recolección de productos silvestres -se han encontrado numerosas bellotas carbonizadas dentro de las viviendas- y en la metalurgia del hierro. Pero quizá su mayor particularidad sea la aparición de abundantes molinos de mano fabricados con piedra arenisca local.

También es significativa la toponimia que rodea al castro y que hace mención de brujas y brujos, que es uno de los gentilicios de Zalla. Las leyendas tal vez estén vinculadas a sus moradores, y encuentran su mayor expresión en la Campa Las Brujas, donde se cuenta que bailaban haciendo “corro” en akelarre junto al río.

El acceso al castro de Bolunburu puede ser desde esa misma Campa Las Brujas, por un camino a pie entre árboles frondosos y con una recién inaugurada pasarela de madera que facilita la caminata. También desde el lado opuesto, por un camino más amplio.

Al parecer, antes de consolidarse el itinerario clásico, llamado Camino Francés (Roncesvalles Santiago), existió un “Camino Olvidado” muy antiguo que discurría y discurre por Encartaciones, correspondiendo un tramo a nuestro municipio, Zalla. Este camino fue espontáneo y no especialmente trazado, aprovechando la existencia de una calzada romana (Flaviobriga Pisoraca) y la carencia de peligro de las incursiones árabes en la franja norte de nuestra geografía.

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Zalla se ha caracterizado desde siempre por su relación con la mitología, aunque realmente pareciera más un sentimiento de leyenda que de verdadera historia local. Las brujas y brujos han sido desde hace años protagonistas de este rincón de las Encartaciones, con particularidades que la hacen atractiva y diferente al resto de Euskadi.

Hay brujas muy cerca del barranco Maruri (Aranguren) en el Palacio de Las Brujas (Aranguti). Hacían “corro” o akelarres en las riberas del Río Cadagua: Oreña (Aranguren), Loredo (Aretxaga), Zarikete (San Pedro) y La Campa de Las Brujas (Bolunburu). También ha habido afamadas brujas como Lucia de Aretxaga y ermitas como la de San Pedro Zarikete, antaño famosa por ser lugar donde desembrujarse y quitarse el “mal de ojo”. Otros parajes con brujas y brujos como protagonistas son el Monte de Las Brujas y el Arroyo de Los Brujos junto al Camino del KuKu.

Pero no son los únicos “seres mitológicos”, pues con el nombre de “Moros” y “Moras” se describen por Encartaciones a personajes que, también se dice, vivieron a lo largo del barranco, arroyo y entorno de Maruri, donde también se encuentra la Casa-torre y restos de un antiguo Palacio, todo ello titulado de Maruri y cuyos personajes se muestran con lo descrito para La Cueva del Moro (Gueñes) al estilo de un Basajaun o Jentil y en la Cueva de La Mora (Zalla) claramente con una Lamia, ya que lejos de ser de la “mordería” la describen rubia, de ojos azules, tez blanca y que si bien vive en esa cueva del monte Azolla, aparece por las fuentes de Urkixo, Muga, las fuentes de doña Concha, Ubieta, Garduxula, y, cómo no, por el arroyo de Maruri, haciéndolo siempre peinándose con un peine de oro.

Para más misterio entre Aranguren y el solar de Maruri, por la zona del antiguo molino de Canzibar, hay una casi olvidada leyenda de que allí murió una extraña mujer de nombre “Mari”. Allí mismo está escriturada una finca llamada “Marillar”, ¿hará alusión a la tumba de Mari? (Mari/illar (illarri-tumba).

TORRE DE TERREROS Y CAPILLA Y PALACIO DE LA FAMILIA URRUTIA
El conjunto de La Mella, con su palacio, su capilla funeraria, sus ferrerías y molinos y sus viviendas anexas llegó a conformar una especie de ciudadela amurallada. Los edificios se disponían a ambos lados del camino real, por el que discurría también el «camino viejo» de Santiago (llamado también «Camino de Las Encartaciones»), de modo que quienes lo recorrían debían atravesar la finca. La familia Urrutia hubo de respetar siempre la servidumbre de paso de este camino, pero ello no impidió que se aprovechasen de su privilegiada situación para destacar los emblemas de su poder: a la entrada y la salida de su finca, rodeada por una cerca de piedra, dispusieron unos cubos, construcciones cilíndricas de piedra que reforzaban los ángulos del muro de cierre, recordando así su primacía en estos lugares.

Capilla y palacio han mantenido desde entonces un estrecho vínculo, siendo aquélla utilizada por los moradores de éste para atender los oficios religiosos. Y no menos estrecho fue el vínculo con el camino, cuyo tránsito era incesante incluso en los domingos y fiestas de guardar. Esto a veces incomodaba a las autoridades eclesiásticas, y el propio Visitador del Obispo de Burgos elevó en 1706 una queja formal a la diócesis, puesto que el continuo paso de recuas de mulas y de caminantes interrumpía constantemente los oficios religiosos, pidiendo que se prohibiera la celebración de la eucaristía. Prohibición que, no obstante, no debió de ser escuchada por la poderosa familia Urrutia, ya que hubo de ser repetida al menos en dos ocasiones más, en 1713 y 1714.

La capilla familiar cumplió su función hasta mediados del siglo XIX, con capellán permanente y más de cien misas anuales, en calidad de censo. La capellanía, que estaba a cargo del cabildo de Zalla, desapareció en 1889, con la muerte del mayorazgo de Simón de Urrutia y Yermo. Después de esta fecha el templo fue perdiendo paulatinamente su uso, encontrándose en 1951 en bastante mal estado: especialmente la fachada, que se encontraba totalmente cubierta de hiedra. En ese año el heredero del mayorazgo, Juan de Urrutia y Llano, encargó su acondicionamiento al arquitecto Julián de Galicia Arrue, y refundó la capellanía, quedando el templo bajo la custodia del Arzobispado de Burgos, diócesis a la que en aquellos tiempos pertenecía el lugar de su emplazamiento.

El conjunto ha padecido décadas de abandono, acelerándose su deterioro a partir de 1980, cuando el palacio dejó de ser habitado.

En estos momentos se encuentra en fase de rehabilitación para, en breve, poder ser visitado.

TORRE DE TERREROS
Continuando desde Bolunburu, tras pasar por el núcleo urbano de La Herrera- Ijalde nos adentramos de nuevo en un nuevo camino a mano derecha en donde en pocos metros veremos un gran edificio singular. La Torre de Terreros.

La Torre de Terreros, es una de las más características torres fuertes vizcaínas y, en general de todo el País Vasco.

Fue construida por Juan Galíndez de Terreros en el siglo XV. Es un edificio de gran volumen vertical, de unos 15 metros de altura, con planta cuadrada y gruesos muros de 1,20 metros hechos en mampostería.

Originariamente la planta baja servía como cuadra y almacén, y en ocasiones como cárcel. La entrada está situada bajo un arco apuntado. El primer piso era residencial y a ella se accedía por una escalera exterior de piedra. Esta planta es muy alta, alcanza casi la mitad de la altura de la torre, lo que traía problemas de iluminación y ventilación, por lo que fue necesario abrir grandes luceros.

En la segunda planta se ubicaba el salón, y en la última el camarote, poco habitual en las torres de la época. Además, contaba con ladroneras, para poder atacar a los que conseguían acercarse a la torre.

Desde su construcción, la torre ha sufrido pocas modificaciones, únicamente se le adosó un caserío a un lado. Hoy en día, se mantiene toda la estructura exterior de la torre, salvo el tejado.

CAPILLA Y PALACIO DE LA FAMILIA URRUTIA
La familia Urrutia es uno de los más ilustres linajes vizcaínos, entroncado, además, con la familia Salcedo (que durante toda la Edad Media controlaron los pertenecidos del valle del Cadagua, incluyendo el término de Zalla y, por tanto, esta área de La Mella).

El origen de su mayorazgo se encuentra en la torre de Urrutia (en la cercana localidad de Gordexola), una de las más importantes de la comarca de Las Encartaciones. La rama de la familia que se asentará en La Mella, Urrutia de Abellaneda, tiene su origen en el siglo XVI, cuando Juan Ortiz de Urrutia casa con María Ochoa de Abellaneda; el matrimonio construyó su torre en el concejo de Sopuerta, un edificio de estilo gótico que –aunque en muy mal estado– todavía permanece en pie.

De aquí saldrían miembros de la familia que se establecieron en todo el entorno, siempre desempeñando importantes papeles en la comarca. De la prominencia de esta familia da cuenta el hecho de que el propio Francisco de Goya retratara en 1798 a uno de sus miembros, el General Don José de Urrutia, retrato que hoy forma parte de la colección del Museo del Prado.

Este Juan Ortiz de Urrutia fundó hacia 1550 un solar en La Mella, entrando en competencia con el poderoso linaje de Terreros, cuya casa torre se situaba (y aún se encuentra) prácticamente delante de la nueva propiedad.

Tres décadas después, en 1586, Santiago de Urrutia, uno de los nietos de Juan de Urrutia y María de Abellaneda, refundó este solar, comprando una vieja casa que dignificaría en forma de palacio con una fachada de buena piedra de sillería, en la que se insertaron los escudos de armas del linaje, y rodeándolo de murallas y cubos de piedra bien escuadrada.

Su ubicación –a la orilla del camino real que pone en comunicación la costa vizcaína con el norte de Burgos, utilizado por los comerciantes de lanas de Castilla para trasladar su mercancía a los puertos, y que acabaría por asimilarse con el Camino de Santiago a su paso por Las Encartaciones– lo convertía en uno de los elementos más visibles para transeúntes y peregrinos, reforzando así la presencia del linaje junto a una de las más importantes vías de la época.

En este momento en el solar se construyeron, además, tres ferrerías, un molino, casas para la servidumbre, para colonos y para ferrones, creándose así uno de los complejos más destacados de Las Encartaciones y del territorio de Bizkaia, punto de referencia para quienes aquí llegaban utilizando alguno de los caminos que confluían en este lugar.

En el siglo XVII el conjunto se completará con la capilla funeraria de la familia Urrutia. Sus artífices fueron Antonio de Urrutia Salazar y Jerónima de Achuriaga y Murga-Loyzaga. Ella provenía de un importante linaje encartado, con casa solar en la localidad encartada de Galdames, y era hija de Juan Martínez de Achuriaga, capitán de la Real Armada y, a la sazón, fundador de la capellanía que su hija mandaría construir en La Mella. Por su parte, él fue uno de los prohombres más destacados del momento, alcalde de la localidad de Zalla en cuatro ocasiones (en 1661, 1674, 1679 y 1680), teniente general de Las Encartaciones (en 1663) y Caballero de la Orden de Santiago, hábito que se le concedió en 1667, al poco de iniciar su reinado Carlos II. Fue este matrimonio el encargado de mandar levantar la capilla hacia 1673, cumpliendo así el deseo que el padre de ella había expresado en su testamento. Se dedicó el nuevo templo a una doble advocación: por expreso deseo de Juan Martínez de Achuriaga y de su hija, Jerónima de Achuriaga y Murga-Loyzaga, la fachada está coronada por una imagen de la Asunción de María, que comparte la titularidad de la capilla con el santo patrón de Antonio de Urrutia y Salazar, San Antonio de Padua. No obstante, esta advocación –que, según la tradición, protege también a niños y caminantes– y al carácter abierto del edificio, esta ermita nunca tuvo carácter de humilladero, sino que fue utilizada como propiedad privada del linaje, que tuvo allí las sepulturas y cenotafios de sus miembros más ilustres.

De entre ellos, sin duda el más destacado es el del fundador, Antonio de Urrutia, una tumba de arcosolio que contó con una magnífica escultura orante, fiel retrato del finado, custodiada en la actualidad en el Museo de las Encartaciones. Junto al cenotafio, en el lado del evangelio, está enterrado el matrimonio fundador, mientras que otros tres miembros del linaje están sepultados frente al altar, indicándose sus tumbas con sendas laudas sepulcrales.

El Palacio de Murga es un edificio barroco del siglo XVII, con planta rectangular. En su origen fue una casa torre, pero las transformaciones realizadas durante siglos han dado como resultado el palacio de hoy en día. Lo más destacado de este edificio de tres plantas es el escudo de armas de los Salcedo y los Ayala, situado encima de la entrada principal. Remata el escudo una cabeza humana y a ambos lados se sitúan dos leones rampantes. El Palacio de Murga ha sido restaurado para acoger el Ayuntamiento de Zalla.

Se encuentra en el barrio de Mimetiz, en pleno centro urbano del municipio, dentro de una parcela arbolada de más de una hectárea de extensión y que cuenta con más de 30 especies arbóreas diferentes representativas de los 5 continentes. Algunas de ellas son especies únicas y permiten la vida de diferentes aves y reptiles autóctonos

Tilo común: Árbol europeo de hoja caduca. Puede alcanzar los 40 m.
Roble escarlata: América del Norte. Puede alcanzar los 25 m tanto de alto como de ancho.
Abeto rojo: Europa. Puede medir hasta 50 m.
Roble pedunculado: Árbol europeo perenne de los más comunes en la vertiente cantábrica.
Castaño de indias: Asia/Europa. Puede medir 20 m y su fruto no es comestible.
Cedro del Himalaya: Árbol asiático de gran porte (50 m).
Secuoya Roja: América del Norte. Puede vivir 3000 años. Los árboles más altos del mundo son de esta especie.
Ginkgo: Asia. Esta especie existe desde hace 200 millones de años. Puede alcanzar los 40 m de altura.
Palmito gigante: Asia. Es una de las palmeras más resistentes al frío.
Cordiline: Oceanía. Es un árbol endémico de Nueva Zelanda. Sus hojas tienen forma de espada.
Palmera datilera: África/Asia. Es una de las palmeras más comunes.
Falsa acacia: EE.UU. Árbol perenne de copa ancha y hasta 25m. Tiene raíces capaces de producir retoños a larga distancia.
Carpe: Europa/Asia. Es un arbolito caducifolio de hasta 25 m. Se le puede confundir con un haya.
Liquidambar: Sur EE.UU. Sus hojas tienen forma de arce y se vuelven rojas en otoño.
Castaño de Indias rojo: Asia. Es un híbrido cultivado del castaño de indias con flores de color rojo
Falsa acacia rosada: Norteamérica. Se adapta muy bien a todo tipo de terrenos. Se caracteriza por tener racimos de flores rosas colgantes.
Magnolia: EE.UU. Es un árbol robusto que se mantiene verde todo el año y puede alcanzar hasta 25m.
Laurel cerezo: Europa. Árbol pequeño que produce ramilletes de frutos negros y redondos no comestibles.
Ciprés de Arizona: Puede alcanzar los 30 m. Su copa suele volverse abierta y desparramada con la edad.
Arce Real: Autóctono. En estado silvestre se encuentra únicamente en Pirineos y la cornisa cantábrica.
Tejo: Autóctono. Un arbusto pequeño y muy venenoso. Este tejo es el árbol más viejo de nuestro jardín y se cree que tiene más de 200 años.
Ciruelo del Japón: Asia. Es un pequeño arbusto de hojas púrpuras caducas.
Aligustre del Japón: Asia. Arbolillo siempre verde originario de China y Corea
Cedro del Atlas: Norte de África. Son árboles grandes (45-50 m) que pueden llegar a vivir 1.000 años.
Plátano: Europa/Asia. Muy común en los parques de las zonas templadas de todo el mundo.
Abedul: Autóctono. Arbolillo que crece bien en suelos húmedos y se reconoce fácilmente por su corteza blanquecina.
Abeto: Europa. Es un árbol de forma cónica que suele alcanzar los 30 m de altura.
Sauce llorón: Asia. Es un árbol caducifolio. Tiene ramas largas y flexibles que cuelgan hasta casi tocar el suelo.
Acacia de Constantinopla: Es un pequeño árbol muy apreciado por sus vistosas flores.
Acebo: Autóctono. Se mantiene verde todo el año. Suele usarse como adorno de navidad.
Encina: Autóctono. Raramente sobrepasa los 20 m de altura. Se mantiene verde todo el año.
Haya: Autóctono. De forma redondeada. En invierno pierde las hojas.
Roble Palustre: Norteamérica. Tiene gran parecido con el roble escarlata. El lóbulo de la hoja tiene forma de ‘U’. Pierde sus hojas en invierno.